
El libro ‘Love, Freddie’ se basa en 17 manuscritos que el cantante Freddie Mercury le dejó a su hija secreta.
Existen misterios que se entrelazan con murmullos imperceptibles en las narraciones más personales, y eso es exactamente lo que pasa en “Love, Freddie”, el volumen de la reportera Lesley-Ann Jones. La autora ha deshilvanado, paso a paso, la trayectoria íntima del vocalista de Queen, sumergiéndose en los detalles ocultos de una existencia colmada de desbordes, destellos en el escenario y rock genuino.
De esa red surge B, la hija desconocida de Freddie Mercury, que ha permanecido en la oscuridad del ícono sin oportunidad de compartir su realidad. En este instante, a escasos días de que la obra salga a la venta, se confiesa como jamás antes: “En mi vida, mi papá siempre fue Freddie, no meramente una figura famosa. Pero al morir, debí acostumbrarme a la noción de que ya no pertenecía solo a mí, sino a la humanidad entera”.
La hija —que se presenta como “B”, como si portara en su esencia la partitura de un enigma— vino al mundo en 1976, en el punto culminante del éxito, cuando Bohemian Rhapsody ya había grabado su huella en el imaginario popular como un himno rococó de emancipación.
Su madre, casada con un amigo del mismo Mercury, rechazó la interrupción del embarazo impulsada por su devoción católica, y los tres —madre, padrastro y el propio Freddie— acordaron una estructura familiar tan atípica como el músico en cuestión: la pequeña se criaría en un hogar distinto, aunque con una habitación siempre lista para ese hombre que aparecía y desaparecía como una ráfaga, pero que llamaba por teléfono todas las noches.
Educada al margen del inclemente escrutinio mediático que perseguía cada movimiento de su padre, B ha decidido hablar y relatar lo difícil que resultó madurar sin su respaldo inmediato, lidiando además con la perpetua reinvención pública de su imagen. Mientras legiones de admiradores lamentaban la partida del ídolo del rock, ella sufría en silencio la ausencia de su progenitor.
“Contaba con 15 años al momento de su fallecimiento. No resultó sencillo hacerme mayor sin su guía, sin disfrutar esos instantes que cualquier familia debería experimentar unida”, reveló.
Respuesta de Mary Austin
Sin embargo, todo se ha desmoronado después de la respuesta de Mary Austin, la excompañera y confidente cercana de Freddie, que, de acuerdo con la prensa británica, ha asegurado no tener idea de la existencia de B. La hija no se ha mordido la lengua:
“Me siento destrozada. No ha leído el libro y ya emite opiniones que atacan la realidad de nuestra narrativa. Por 34 años mantuvo el silencio, y justo ahora que sale a la luz, surge poniendo en duda cada detalle”.
Según relata la escritora, Freddie le legó a su hija 17 diarios íntimos, secretos guardados en cubiertas de cuero y pluma. No aparece en su herencia porque se dispuso de otra forma: un pacto confidencial, válido legalmente pero oculto, similar a los lazos que de veras cuentan.
“Freddie me quería con locura. A pesar de las condiciones atípicas de mi llegada al mundo, siempre actuó como un padre afectuoso y comprometido”, anota B en una misiva que forma parte del libro.
Y mientras el planeta lo evocaba por su vínculo con Mary Austin o lo reducía a las secciones rosas de chismes románticos, Freddie llevaba una paternidad en secreto, como esas melodías que jamás cantó ante el público pero que interpretaba en la intimidad de su hogar. Era, tal como describe Jones, un “padre abnegado”, que telefoneaba todas las noches desde los remotos puntos de sus tours, que reservaba siempre un espacio para ella en su alma y en su existencia nómada.