Freddie Mercury y el estigma del sida: la historia que no se vio en Bohemian Rhapsody

Freddie Mercury

Bohemian Rhapsody, la película en cartelera que cuenta la historia algo maquillada de Freddie Mercury, ha sido un éxito en las taquillas globales, recaudando millones por todo el mundo.

Aunque la cinta ha sido criticada por su carencia de conflicto narrativo, lo que sí ha logrado es inyectarle una mega dosis de vida al catálogo de Queen, así como introducir su música a una nueva generación de fans que daban el rock por muerto y enterrado.

Ahora bien, una película biográfica sobre el cantante de la banda británica no podía pasar por alto cierto elemento que terminaría apagando la magnífica voz del señor Mercury: el sida.

Lo curioso es cómo la trama aborda el tema del VIH/sida, como un plot device incómodo, una fuerza negativa que impulsa al artista a reunirse con sus compañeros para seguir tocando, pero que más conviene esconder debajo del tapete. Mientras el tema de la enfermedad se queda escondido en un closet del backstage, el desempeño artístico se mantiene en primer plano, todos simulando que las cosas siguen igual.

En la vida real, la situación no fue muy distinta. Todos en el entorno cercano de Freddie Mercury sabían que él padecía esta terrible condición. La fastidiosa prensa británica y la opinión pública tenían sospechas al respecto, mismas que fueron creciendo a la vez que el cuerpo del señor Mercury delataba los síntomas.

Pero el autor de “We Are the Champions” y “Don’t Stop Me Now” se empeñó a evadir la conversación. En la película, el cantante le dice a sus compañeros que él nunca sería la cara de una campaña de salud o un caso de caridad. Es probable que en la vida real se haya pronunciado de una manera similar.

“Cuando descubrimos que Freddie tenía este terrible virus del Sida en su cuerpo, todavía nos parecía algo inverosímil. No, esto no le puede estar pasando a nuestro amigo, no le puede pasar a Freddie, seguro hay una manera en que pueda librarse de ésta, va a poder curarse. Y justo hasta el último minuto… sabíamos pero no sabíamos. Como que rechazábamos saber”. Palabras de Brian May en el documental The Great Pretender.

Freddie Mercury murió el 24 de noviembre de 1991 a los 45 años de edad. Pero justo un día antes de su muerte, el frontman dio una conferencia de prensa en la que confirmó lo que todo mundo sabía: el cantante de Queen tenía sida. ¿Por qué se esperó tantos años para revelar algo tan evidente? Lo que también cede a la pregunta: si ya se había esperado todo este tiempo ¿por qué no se llevó el secreto a la tumba?

Aunque esta decisión nos pueda parecer egoísta, recordemos que en la década de los 80, el virus del VIH cargaba un estigma demoledor. La confesión de ser VIH positivo no solo infería que el portador era gay, sino que además llevaba una vida de promiscuidad sin mesura. En otras palabras, el juicio inmediato en sociedades conservadoras como la anglosajona y la católica dictaba que “tú te lo buscaste” y ahora ibas a pagar por tus pecados. Por mucho tiempo, la postura del gobierno de Ronald Reagan fue distante e indiferente. Los enfermos eran desahuciados que contaban con escasos apoyos para remediar su situación, tanto física como psicológica y social.

El estigma era tal que anunciar tu condición implicaba la pérdida de tu trabajo y el abandono de tus amigos y familiares. En los peores años de la epidemia, pocos se atrevían a acercarse a un enfermo por miedo a ser contagiado, consecuencia de la escasez de información. En este tipo de ambiente paranoico, no debe ser sorpresa que el señor Mercury haya mantenido su secreto por casi diez años. Según los autores del libro biográfico Somebody To Love, existe evidencia que indica que el integrante de Queen contrajo la enfermedad en 1982, nueve años antes de su muerte:

“Fue durante la gira de Estados Unidos que Freddie persiguió su deseo por sexo gay en Nueva York y el 25 de septiembre, mientras se presentaba en Saturday Night Live, comenzó a mostrar algunos síntomas asociados con alguien recientemente infectado con VIH. De hecho, había visto en secreto a un médico en la ciudad algunas semanas antes con una lesión blanca en la lengua (probablemente una leucoplasia vellosa, una de las primeras señales de infección por VIH) y esto apunta al período entre el 26 de julio y el 13 Agosto de 1982”.

¿Qué hubiera pasado si Mercury hubiera revelado su condición en 1982? Simple. No más discos, no más giras, no más Queen. La histórica presentación de 1985 en Live Aid nunca hubiera ocurrido. Es muy probable que su revelación hubiera destruido su carrera artística. Cierto, también es muy probable que terminaría por convertirse en uno de los rostros de la cruzada contra el VIH/sida, así como el basquetbolista Magic Johnson lideró la causa a inicios de los 90, ¿pero a qué precio? Magic, por ejemplo, dejó de jugar basquetbol. Freddie Mercury se hubiera visto obligado a dejar los escenarios.

Fue un proceso lento, pero con el transcurso de los años, el estigma del sida fue perdiendo su peso. Cuando el virus penetró los círculos de poder e influencia en el mundo desarrollado, fue entonces que intereses privados y públicos comenzaron a financiar campañas de educación sexual, prevención y ayuda, así como iniciativas de investigación para frenar la epidemia y encontrar una cura.

El actor Rock Hudson, Anthony Perkins de Psicosis, Brad Davis del Expreso de Medianoche, la modelo Gia Carangi, el gran Liberace… la muerte de grandes estrellas del espectáculo contribuyó a brindarle un rostro humano y conocido a la enfermedad, lo que comunicó la idea de que esto podría pasarle a cualquiera, no solo a “sodomitas pecadores de los barrios bajos y los clubs nocturnos”.

Irónicamente, el cantante de Queen terminó por transformarse en uno de los rostros de la batalla contra el VIH/Sida, aunque esto ya fue de manera póstuma. Cuando pensamos en las personalidades que murieron de sida, el primer nombre que suele venir a la mente es Freddie Mercury.

Quizás esto no hubiera sido posible si el artista no hubiera admitido su condición a la opinión pública. Gracias a esta muestra de coraje de último minuto, el mundo supo el nombre de la enfermedad que nos robó a una de las figuras más queridas de la cultura pop, una chispa que detonó cinco meses después de su muerte en un concierto para 72 mil personas. El evento recaudó fondos para programas de investigación contra el sida, así como la iniciativa del Mercury Phoenix Trust, una organización que ha donado más de 15 millones de dólares a la misma causa y que no ha disminuido la marcha.

En vida, Freddie Mercury no se dejó frenar por la sombra de la muerte, dedicado a su arte hasta el final. Ya en la tumba, su nombre y su música siguen dando batalla al virus que detuvo su trayectoria. Realmente era Mister Fahrenheit.

POR: VÍCTOR BELÉN / FUENTE: NOTICIEROS TELEVISA

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